Para desmitificar lo religioso

En la Sala Horacio Peterson de UNEARTE, el Teatro del Laberinto celebra 15 años de trayectoria con  Lázaro Morgue y el misterio de la fe, producción de Arnaldo Mendoza e Ignacio Márquez, dramaturgia y dirección de Ignacio Márquez.
Lázaro Morgue, detective privado, es contratado por el Ministro Ángel Gabriel para encontrar al Dr. José Gregorio Hernández, quien aparentemente desea chantajear a El gran Jefe, es decir, Dios. En el trayecto de su investigación, se encuentra con María de Coromoto, esposa del Jefe; María Lionza, principal figura del cabaret “El Encanto”; el comisario Torquemada, mandamás de “La Ley” y Jesús, un joven destinado a encargarse del negocio. El grupo usa nuevamente el recurso de la desmitificación de personajes e ideas presentes en el inconsciente colectivo de la humanidad y, específicamente, del país como lo ha hecho en anteriores oportunidades. La dramaturgia utiliza la iconografía propia del “cine negro” para delinear el argumento, los personajes y las situaciones. El resultado es una comedia bien manejada que reinterpreta y, a mi juicio, fortalece los símbolos religiosos porque permite valorarlos sin la rigidez de la doctrina.
La dirección propone una puesta en escena de carácter simbólico. El espacio escénico está demarcado por un gran rectángulo dentro del cual se encuentra una silla, dos lámparas y  una especie de candileja semicircular. Con ellos, se logran diferenciar los diferentes lugares donde ocurre la acción. Esto se apoya en el diseño de iluminación que propone un buen manejo de luces y sombras, también característico del “cine negro”. Por su parte, la música original de Ignacio Barreto crea una atmósfera caribeña que se percibe igualmente en el vestuario de Luis Fernando Flores para los personajes masculinos, salvo el estilo oscuro que posee Torquemada y la reinterpretación de los íconos que caracterizan a los femeninos. La única nota discordante corresponde al clímax de la pieza cuando Lázaro Morgue encuentra a la Fe porque el personaje es manejado de una forma muy infantil en vez de la sensualidad, el misterio y la condición etérea que representa.
En las actuaciones, se destaca el trabajo de Arnaldo Mendoza como Lázaro Morgue debido a la veracidad que muestra en el manejo de la corporalidad y labor vocal para representar un arquetipo cercano a ciertos venezolanos. El resto de elenco se percibe correcto en la composición de sus roles con Anabel Llorca como María de Coromoto, Lily Rodríguez como María Lionza, Augusto Marcano como Ángel Gabriel, Rafael Gil como Torquemada y Daniel Bustamante como Jesús.
En fin, un montaje bien realizado.

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