Angustia simbólica

El espacio “La caja de fósforos” sigue exhibiendo piezas que se alejan del estilo y los temas acostumbrados en la cartelera teatral caraqueña. En esta oportunidad presentan Díptico-Maeterlinck, dos obras cortas del Maurice Maeterlinck, Premio Nobel de Literatura 1911, con producción de campo de Germán Manrique y dirección de Orlando Arocha.
Maeterlinck es considerado el representante más importante del simbolismo en el teatro. Las piezas presentadas con: La intrusa e Interior.
En Interior, una mujer mayor decide si entra o no a la casa de una familia para informar una tragedia. Desde una ventana, ella y el hombre que rescató un cuerpo sin vida observan con perturbación la rutina que lleva la familia e imaginan todo aquello que causarían si informan del suceso.
En La Intrusa, una abuela ciega aguarda en una sala con varios miembros de su familia durante la víspera de la muerte de alguien. La oscuridad de la casa y la ceguera de la abuela los llevan a experimentar una serie de temores causados por los ruidos y las reacciones de la mujer.
En ambas obras, la angustia del ser humano se hace presente como tema fundamental. Los personajes son prototipos más que representaciones de personas sobre la escena. Este es uno de los signos de las creaciones del autor. El director cambia el género de los personajes principales de hombres a mujeres sin que por ello se pierda la esencia de las obras: la humanidad siempre estará a merced de las angustias que genera la vida. En la primera obra los personajes deambulan frente a una pared mientras espían el interior de la casa, en la segunda los personajes encerrados en la sala se sobresaltan debido a los sucesos exteriores. El ser humano posee estados internos y emociones externas que se complementan.
El diseño de escenografía del mismo Arocha maneja apropiadamente la ubicación del interior y exterior para ambas piezas. El vestuario se percibe cotidiano como si la angustia pudiera irrumpir en cualquier momento. Destaco el diseño de luces de Gerónimo Reyes que crea un contraste de luces y sombras para lograr la particularidad visual de extrañeza que requiere el montaje.
Las actuaciones buscan la naturalidad y contención de las emociones. Haydeé Faverola y Ernesto Campos se conducen apropiadamente en la primera obra, secundados por Estefanía Gómez y Emily Caraballo. En la segunda, Diana Volpe, Carolina Torres y Ana Melo consiguen la atmósfera requerida apoyados por Germán Manrique, María Alejandra Rojas, Ari savio y Ana Arroyo.
Espero que este espacio siga ofreciendo buenas propuestas con la selección de dramaturgia pocas veces representada en Venezuela.

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