País santo, territorio de melancolía

En el Teatro César Rengifo de Petare, el Taller Experimental del Teatro (TET) presenta Tierra santa, texto de Elio Palencia, producción de Karla Fermín y Dirección de Costa Palamides. 

Dos hermanos se reencuentran después de muchos años. Mayor sufre porque su mujer lo corrió de la casa y tiene problemas con su amante, Segundo sobrevive con trabajos esporádicos y piensa en sueños que no puede cumplir. Ellos conversan acerca de su infancia, sus deseos y frustraciones para revelar lo que son. Son interrumpidos cada cierto tiempo por una serie de mujeres jóvenes embarazadas que forman parte de su familia. 

El texto de Palencia coloca en escena a personajes simbólicos que se identifican primero por el nombre genérico que les coloca: Mayor, Segundo, Adolescente embarazada; y poseen un trasfondo que refleja figuras icónicas del gentilicio venezolano: el hombre creyente que no puede controlar sus bajas pasiones, el hombre que vive odiando a su familia y espera que las oportunidades le caigan del cielo, y el alarmante aumento del embarazo adolescente. En este sentido, logra una pieza bien concatenada en su estructura interna. 

La dirección de Palamides propone una estética a medio camino entre el realismo y lo simbólico que se ajusta perfectamente a la temática y argumento de la obra. El diseño de escenografía de Edwin Erminy captura la esencia de un patio trasero abandonado donde Segundo se pasa el día viendo comiquitas y piensa en la vida que quiere tener. Los colores térreos acentúan la nostalgia de los hermanos y muestran el abandono que llevan en sus vidas. El vestuario de Raquel Ríos delinea correctamente a cada personaje, en especial el estilo de las jóvenes embarazadas. El diseño de iluminación de Víctor Villavicencio refuerza las atmósferas del montaje, sobre todo para mostrar la melancolía y desesperanza. 

En las actuaciones, Ludwig Pineda como Segundo aprovecha la corporalidad para crear un estilo grotesco y propone un trabajo vocal consecuente con la tipología del personaje. Guillermo Díaz Yuma como Mayor es más comedido es su interpretación de un hombre creyente. Maneja de forma correcta la expresividad corporal y presenta una propuesta vocal que podría reforzar más en su proyección, aunque logra transmitir la esencia del rol. Por su parte, Yazel Parra sorprende por su capacidad de diferenciar a cada una de las adolescentes embarazadas que aparecen en escena. Su actuación traspasa los distintos vestuarios y estilos de cabello que usa y transmite la energía y veracidad de cada joven. 

En definitiva, un montaje bien realizado que refleja símbolos del país e invita a la reflexión.

Función: 10 de febrero de 2013 

Comunismo y música rock

En la Sala de teatro 1 del CELARG, Teatro Forte presenta Rock n' Roll: La revolución del terciopelo del británico Tom Stoppard con producción de Gladys Seco (Bizarro A. C.), adaptación y dirección de Vladimir Vera. 

Un profesor y su alumno, ambos de tendencia comunista, viven en dos lugares diametralmente opuestos: Inglaterra y Checoslovaquia. A lo largo de 20 años, perciben los sucesos que van a devenir en la caída del comunismo y el desencanto por el capitalismo. Son dos seres rodeados de amigos y familiares que comparten un mundo casi imposible de cambiar. Sobreviven por la utopía, aunque su vida nunca ha sido la que desearon y el amor se convierte en una solución final. 

Por sus planteamientos, el texto de Stoppard es más discursivo que teatral complicando así su puesta en escena. La dirección intenta resolver esto con la ubicación de un conjunto musical en el fondo para interpretar las canciones que acompañan a la acción y propone una estética de revelación de la teatralidad con cambios de espacio a la vista de público y elementos de utilería que aparecen y desaparecen durante la representación con el apoyo de los asistentes de escena. Sin embargo, la historia ajena y la duración del montaje no logran la contundencia que el mensaje podría tener. El teatro sirve para distanciar y, así, criticar a la actualidad. En este caso, la conexión se da en pocos momentos y con algunas frases que podrían reflejar la utopía venezolana contemporánea, pero se pierden en la inmensidad de un discurso ajeno y largo. 

La propuesta escenográfica se percibe sencilla, mientras que el protagonista es el vestuario que coordina Fedora Freites y realizaron los alumnos de Instituto de Diseño Las Mercedes. Éste último indica la época (60’s – 80’s) y se muestra reversible, aunque la dirección no hace evidente esto. 

El trabajo actoral se muestra efectivo con Javier Vidal como Max, el viejo comunista, a la cabeza, Gladys Seco en sus dos interpretaciones: Eleonor y Esme, esposa e hija de Max, y Nattalie Cortez como Lenka. Son secundados por Elvis Chaveinte como Jan, el comunista joven, que se percibe más conectado en las escenas donde el personaje muestra su energía juvenil y Jesús Sosa que es acertado como Ferdinand y el Investigador. El resto del elenco interpreta correctamente sus roles. Entre ellos, se encuentran: Fabiola Arace, María F. Esparza, Domingo Balducci y Jan Vidal. 

Esta propuesta es la más densa que ha realizado la agrupación Teatro Forte. Rompe con su estética vanguardista y de dramaturgia desestructurada por un estilo más comedido con ciertos rasgos audaces pero su resultado no fue totalmente efectivo.

Función: 3 de Febrero de 2013

Matrimonio y religión

El Grupo Actoral 80 presenta El matrimonio de Bette y Boo del norteamericano Christopher Durang, bajo la producción de Carolina Rincón y dirección de Héctor Manrique, en el horario vespertino de la Sala de Conciertos del Centro Cultural BOD – Corp Banca. 

Bette y Boo son dos jóvenes que viven bajo la sombra de sus familias disfuncionales y que se casan sin conocerse. Estas dos circunstancias marcan su matrimonio y forman parte de la dura crítica que hace el autor a los preceptos de la religión católica.

El texto posee un carácter simbólico que se refleja en signos como la mujer destinada a procrear todos los hijos que pueda, el marido alcohólico que no cambia, el hombre que maltrata psicológicamente a la mujer mientras ella lo toma como una broma, la madre que desea que sus hijos fracasen para que vivan con ella, el marido minimizado e incapaz de poder comunicarse, la mujer enfermiza y obstinada que debe soportar a su marido, la joven que se siente culpable de todo y pide perdón religiosamente, y el cura que es incapaz de orientar correctamente a sus feligreses.

Esta obra fue montada hace años por la agrupación y mantiene la energía esa época, aunque el texto se siente un poco envejecido. En cambio, la dirección de estética simbolista no perdió su vigencia. El montaje mantiene el diseño original de escenografía y vestuario de Marcelo Pont-Vergés que sustenta el estilo simbólico con un fondo pictórico que enmarca el desarrollo de la acción  y el uso de una silla y varios bancos que sirven para el cambio de espacio. Los personajes mantienen prácticamente la misma ropa en todas las escenas como sentido claro de identificación y, sobre todo, reforzamiento de su significado dentro de la trama. 

En las actuaciones, se destacan los trabajos de los protagonistas: Melissa Wolf como Bette y Jesús Cova como Boo. Ambos son francos, intensos y manejan cabalmente las intenciones en sus interpretaciones. Son secundados por Omaira Abinade por Switche Hudlocke y Héctor Manrique como Karl Hudlocke quienes demuestran su experiencia en el manejo de los matices. Asimismo sucede con Martha Estrada como Emily Brennan, Iris Dubs como Joan Brennan y Jorge Canelón como el Padre Donally y El Doctor que logran una extraordinaria labor consolidada con los años. Son los únicos que repiten los roles de hace más de 15 años. Samanta Castillo como Margaret Brennan y Juan Vicente Pérez como Paul Brennan sorprenden por asumir dos personajes de mayor edad y su forma honesta de interpretarlos. Por último, Walid Hadaya como Matt se percibe pertinente pero debe ser más preciso en el texto.

En conclusión, una comedia negra para reflexionar. 

Función: 26 de Enero de 2013

Intolerancia de un beso

En el Espacio Plural del Trasnocho Cultural, Ananás Producciones presenta Stop kiss, texto de la norteamericana Diana Son, producción de Reinaldo Cervini y dirección de Consuelo Trum. 

La obra trata del enamoramiento entre dos mujeres, Callie y Sara, y las consecuencias de la intolerancia cuando sufren el ataque de un hombre que las vio besándose. Para desarrollar esta historia, la autora alterna pasado, presente y futuro teniendo como eje central el proceso en que ambas se enamoran, sin embargo este desarrollo es poco teatral y compromete el ritmo de la representación. 

El teatro sintetiza y refleja la vida pero de ninguna manera, sobre todo en el teatro contemporáneo, refleja la trama de los personajes con tanto detalle. En este caso, la historia de amor entre las protagonistas propone una progresión muy pormenorizada que tiende a reducir el interés y alarga innecesariamente el argumento. Después de la hora de representación, la trama del detective que investiga los sucesos y otras escenas que informan lo que sucedió dan por cerrado la solución del conflicto. Además, esto hace que sea poco significante la inclusión en la trama del ex novio de Sara. 

La pérdida del ritmo y el alargamiento indican que la estructura de la pieza complicó la propuesta de dirección, aunque la puesta en escena de estética realista ofrece el estilo y tono necesario a cada escena. La única parte que podría corregirse es ubicar el beso en el centro del escenario. 

Luce llamativo el uso de la proyección en video para presentar algunas escenas. La dirección audiovisual es apropiada con la selección de los planos que reflejan los sentimientos de los personajes, pero cabe la posibilidad que la realización de estas escenas durante la representación ayude a la progresión dramática. Quizás con el avance de la temporada, las escenas fluyan mejor si bien esto no corrige las limitaciones del texto. 

Por su parte, el diseño de escenografía de Edwin Erminy presenta de forma pertinente dos espacios bien diferenciados: el apartamento de Callie y el cuarto del hospital donde Sara está convaleciente. De igual manera, el diseño de vestuario de Joaquin Nandez refleja el estilo realista y define de forma cabal a cada rol.
En las actuaciones, Sheila Monterola como Callie y Karina Velásquez como Sara son justas y sinceras en sus interpretaciones. La secundan los trabajos acertados de Agustín Segnini como George y Jesús Das Merces como Peter. Destaco la labor apropiada de Antonio Delli y Carolina Leandro en el video.

En definitiva, el montaje se presenta como una denuncia de la intolerancia pero no soluciona los problemas estructurales del texto.

Función: 20 de Enero de 2013