Al final ¿se pierde todo o se significa algo?

El Grupo Actoral 80 (GA 80) con cuatro jóvenes actores presenta Final de Partida de Samuel Beckett, Premio Nobel de literatura 1969, en la Sala Horacio Peterson del Ateneo de Caracas El director Héctor Manrique se reencuentra con este escritor después de haber llevado a escena hace 11 años su obra más celebrada: Esperando a Godot. Beckett, vinculado al teatro del absurdo que refleja la falta de significado que la vida tomó luego de la segunda guerra mundial, fue un escritor innovador de la estructura dramática porque rompe con los lugares comunes del hecho teatral, además que se aleja del realismo dominante en la historia teatral del siglo XX (y que sigue en el XXI, en algunos casos) y carga a sus creaciones de un marcado simbolismo para hablar sobre el ser humano. En este caso se centra en dos personajes Hamm, un hombre ciego e inválido que vive sentado en una silla de ruedas y su criado Clov, hombre imposibilitado a sentarse y condenado a caminar siempre. Junto a ellos están los padres de Hamm: Nagg y Nell, que por no tener piernas viven en dos depósitos de basura y son despreciados por su hijo. Hamm y Clov juegan o aparentan jugar a seguir viviendo, para alguna vez significar algo (como ellos dicen) y están atrapados en un sótano gris, alejados del mundo que espía Clov a través de varias ventanas, mientras el tiempo pasa hasta que se acerque la muerte o decidan escapar de allí, aunque cualquiera que sea su destino igual no podrán probar nunca que han vivido cuando llegue el final de ese juego, de la partida. Manrique crea una intensa puesta en escena desde el principio, con agudos momentos de violencia que destacan el significado de la conducta que llevan los personajes y se contraponen a los monólogos de Hamm, a las intervenciones de sus padres y a pequeñas escenas de reflexión entre los dos protagonistas, equilibrio necesario porque permite al espectador ir desde la más intensa acción teatral a su ausencia e interés por la carga simbólica del texto. El espacio escénico, también propuesto por él, le ayuda a desarrollar los movimientos que requiere la obra, con el respaldo de la correcta iluminación de José Jiménez y el maquillaje de Florangel Azpurua, que resalta en la caracterización de los padres de Hamm. Dentro del desempeño actoral, el elenco se presenta nivelado. Daniel Rodríguez como Clov interpreta su personaje con mucha energía y entrega, logrando hilaridad por la forma en que asume varias intenciones del texto. Juvel Vielma como Hamm le da fuerza a su personaje, pese a estar en todo momento sentado nunca decae su ánimo, aunque su forma de matizar el texto se hace reiterativa en los monólogos que dice. Juan Vicente Pérez como Nagg y Melissa Wolf como Nell componen con certeza sus personajes sin caer en el cliché, logrando el sentido que deben tener dentro de la trama. La intensidad que asumen los cuatro actores en sus interpretaciones es soberbia, sin embargo en algunos momentos deben cuidar la dicción que puede verse afectada por esto. En la escena venezolana actual se toman pocos riesgos como llevar a escena piezas como esta, por eso es importante este buen montaje del género del absurdo que debajo de la comedia revela la desgracia de la existencia.
Función: 25 de Noviembre de 2007

Piel e Historias de amor

Desde hace algunas semanas, el Trasnocho cultural inauguró formalmente su “Espacio Plural” como recinto teatral, aunque ya se había empleado para algunas presentaciones, como lugar para talleres culturales y en él se dicta un programa de capacitación actoral. La inauguración estuvo a cargo del grupo Teatro de Repertorio Latinoamericano (Teatrela) con el montaje de la pieza La piel de Elisa de la canadiense Carole Fréchette. El argumento trata de una mujer que relata con detalle historias de amor, al mismo tiempo que se muestra preocupada y atenta a la piel de su cuerpo, entre tanto va revelando aquello que le impulsa a contarlas y el secreto que le brindó un muchacho durante un encuentro casual en un café. La escritora estructura con precisión la obra dramática que al principio parece un monólogo donde Elisa presenta una serie de escenas sobre varios personajes enamorados, alternándose con la inquietud que siente por los cambios que ve en su piel, hasta que un muchacho aparece para contar sus anécdotas sobre el amor y le comenta lo que puede hacer para resolver sus problemas con la apariencia. De esta forma, la pieza mantiene la atención en el espectador que va comprendiendo poco a poco lo que sucede hasta el descubrimiento final. Teatrela invitó al también canadiense Robert Tsonos para dirigir el montaje, quien logra un ajustado espectáculo porque no desperdicia nada de la propuesta. Tsonos guía a los actores por el escenario, compuesto de tres módulos, para que se desplacen y desarrollen la trama en diversos tiempos: cada una de las historias que relata Elisa y su propia historia. En cada módulo de la escenografía se cuenta algo, así como en el espacio del piso que los separa, lo que representa para el espectador una historia distinta, concentrando el interés en el módulo más alto donde se va revelando el secreto del muchacho. Los actores bailan al principio y durante el desarrollo de la acción para acentuar el romanticismo que rodea a Elisa y su necesidad de contar sobre el amor, lo que toma un matiz especial cuando luego de un baile se confiesa la confidencia que constituye el conflicto central de la pieza. Diana Volpe vuelve a demostrar su experiencia en las tablas, componiendo una Elisa honesta, escrupulosa y obsesiva con su piel, por momentos sentimental, que vive cada historia de amor que cuenta y le da a cada palabra la importancia y el sentido que requieren, hasta que termina por implorar al público que la ayude en su necesidad de conocer y contar otras historias. William Escalante como El Muchacho, apoya el trabajo de Volpe e interpreta su personaje con pertinencia. La escenografía que sirve al desarrollo de la acción, diseñada por Oscar Salomón, está constituida por los tres módulos nombrados, con una mesita y dos sillas en cada uno, que parecen un gran cabaret donde se baila y se confiesa el amor. El vestuario a cargo de Raquel Ríos apoya la propuesta escenográfica y viste con elegancia a los actores. La producción de Coco Seijas y Juan Carlos Azuaje debe haber facilitado el trabajo al director con una excelente labor que permite al público venezolano apreciar esta obra canadiense donde una mujer revela cómo el amor le sirve para sobrellevar el paso del tiempo en su piel.
Función: 18 de Noviembre de 2007

Ver o no Ver, he ahí la casualidad

En la Sala de Teatro del Trasnocho Cultural se presenta el montaje Cita a Ciegas del dramaturgo Argentino Mario Diament, producida por Cristina Neufeld y Marcos Purroy para el Centro de Directores para el Nuevo Teatro, dirigida por Daniel Uribe. Esta institución-agrupación teatral se ha dado a la tarea de llevar a escena textos bien escritos de diversos orígenes, mezclando actores formados en el teatro y otros dedicados a la televisión con la intención de ofrecer espectáculos de calidad y así lograr un respetable éxito en taquilla. En este caso presentan una pieza que relata la historia de un célebre escritor ciego, referencia casi explícita al argentino Jorge Luis Borges, que acostumbra sentarse en el banco de una plaza para reflexionar; en este sitio coincide con un hombre con el que habla sobre las casualidades y posibilidades de la vida, mientras éste relata su obsesión por una muchacha, al retirarse el hombre se presenta dicha muchacha, al parecer el mismo día, y también conversa con el escritor comentándole su vida y su desprecio por un hombre mayor que la sigue. En la escena siguiente, una mujer decepcionada de la vida que ha llevado, está en consulta con una psicóloga que trata de hacerle ver su realidad, poco a poco la mujer revela que es la madre de la muchacha, así como el hombre es el esposo de la psicóloga y al llegar éste decide acabar su matrimonio por la obsesión que tiene para salir en busca de la muchacha; hasta que al final cada decisión lleva a un destino, entre tanto el escritor y la mujer se encuentran en la plaza para confesar un amor ignorado que vuelve. Contado así, el argumento se cree simple, no obstante cada escena teje la trama con sutileza para demostrar que las casualidades existen y que la decisiones que tomemos, dentro de las múltiples posibilidades que ofrece la vida, conducen al ser humano a un destino. Diament, al igual que un narrador omnisciente, controla con hilos invisibles la historia, guiando la acción teatral como un pequeño cosmos donde los personajes entrecruzan, en un mismo tiempo, las vidas que desarrollan en paralelo, como Borges plantea en muchos de sus cuentos. En las actuaciones, Alejo Felipe compone estupendamente al Ciego y matiza con certeza cada palabra, demostrando su experiencia teatral. Gioia Lombardini se apropia con precisión de la Mujer, exhibiendo poco a poco la terrible franqueza de su personaje. Abril Schriber sorprende por la soltura, verdad y fuerza con la que asumió a la Muchacha. Gonzalo Velutini se presenta inconstante como el Hombre, debido a que siempre matiza de la misma manera, sus manos son rígidas e inexpresivas, aunque trata de mantener la energía en todo momento y Flor Elena González luce plana en el decir del texto, además que debe comprender que gritar y posar no le permiten construir cabalmente a la Psicóloga. Integran la propuesta, un sencillo espacio escénico conformado por un piso y un banco que sirve de diván de psicólogo para los personajes y termina siéndolo en la tercera escena, junto a una iluminación que refuerza los sentimientos de los personajes. La dirección desplaza a los actores por la escena lo necesario para equilibrar y se concentra en el texto para que ciegamente seamos conducidos a las casualidades de la vida.
Función: 11 de Noviembre de 2007

Borges fue conformista y Goya quita el sueño

El escritor y director teatral argentino-español Rodrigo García regresó a Venezuela después de su provocadora propuesta teatral (como designa a sus espectáculos) presentada en el XV Festival Internacional de Teatro de Caracas llamada: Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba. Así mismo el grupo “Teatro del Contrajuego” se interesó por su estética y tomó cinco de sus monólogos para realizar el interesante proyecto de espacio escénico y actuación titulado: Mejor se hubieran quedado es sus casas, Güevones. Ahora, con su grupo La Carnicería Teatro, presentó dos monólogos en el auditorio de la Asociación Cultural Humboldt, tomando como punto de partida las figuras del escritor argentino Jorge Luis Borges y del pintor español Francisco de Goya. La propuesta denominada: Borges + Goya, se divide en dos partes, una para cada monólogo e interpretado por un actor cada uno, consta de un solo espacio escénico y se acompaña de la infaltable proyección de videos propia de este creador. Borges cuenta la admiración de un joven por este escritor hasta que lo conoce en una conferencia, le pregunta algo pero no comprende su respuesta, lo que parece hacer que toda su devoción se convierta en crítica, ya que Borges nunca tomó posición frente a las dictaduras de su país y su obra literaria evadía la realidad usando una gran cantidad de referencias culturales. Goya trata de un padre que desea que sus dos hijos vivan la experiencia de acercarse a la obra del pintor que le quita el sueño, aunque ellos prefieran visitar Disneylandia en París y criticarlo por su vida mediocre.
El primer monólogo, de marcado contenido autobiográfico, empieza proyectando una imagen de Borges que parece afirmar una y otra vez, junto a un juguete en forma de perro que también asienta sin detenerse, constituyéndose en la premisa del texto: el conformismo frente a la realidad. El actor Juan Lorente es sutil diciendo del texto y dando sentido a cada intención, apoyado en el empleo de un micrófono que le otorga naturalidad a las interpretación debido a que no es necesario el uso de la proyección vocal, con momentos de profunda ironía en contra de la figura de Borges y de la propia vida del personaje. Vestido de blanco, maquillado de azul, con grandes orejas también azules y cabello rojo; Lorente parece un ser resentido por la decepción y la vida, lo que se refuerza al usar en una mano un aspersor que disemina un líquido verde y en la otra una manzana, símbolo del envenenamiento, que se come al final, mientras su cara se ilumina con un bombillo colocado dentro de ésta.
El segundo monólogo impresiona al principio porque el actor Nicolas Bouchaud entra a escena vestido como una enorme mascota futbolista, entre tanto baila música disco; lo que de cierta manera lo convierte en uno de los personajes que sus hijos quieren ver. Sin embargo, el texto no concluye la dicotomía planteada entre cultura y consumismo, tema reiterativo en García, logrando por momentos divertir al público, a pesar de que se pierde mucho de lo dicho, ya que el texto es en francés y la proyección de los subtítulos cortaba parte del mismo.
Como siempre, es importante el acercamiento de los hacedores de teatro venezolanos a otras proposiciones teatrales.
Función: 1 de Noviembre de 2007

Al gusto de Shakespeare

Actualmente, tres obras basadas en textos de William Shakespeare coinciden en el Teatro Trasnocho de Las Mercedes. Una versión de Sueño de una noche de verano, destinada al público infantil; otra producto de un taller de formación con propósito juvenil, llamada Ser o no ser: Shakespeares apasionados; y la última, dedicada en especial al público adulto, es tratada en esta reseña.
La agrupación Xiomara Moreno producciones celebra sus quince años con la comedia Como gustéis, en versión y dirección de Javier Moreno. Rosalinda, una mujer desterrada del reino de su tío, decide viajar al bosque de su padre con su prima Celia; antes de partir se ha enamorado del joven Orlando y ha resuelto disfrazarse de hombre para transitar de incógnito; acompañadas por el bufón Yesca, se encuentran con varios personajes del lugar; el reencuentro de ella con su enamorado hará que trate de verificar su amor hasta que todo se resuelve felizmente, como le gustaría al público que concluya una comedia de amor. La pieza original se acorta para ajustarse al ritmo de vida actual sin perder la esencia y el juego de palabras propio de este autor. Moreno logra un acertado trabajo en la versión porque no sacrifica nada de la progresión dramática del conflicto. En la dirección, hace que los actores se desplacen por un escenario prácticamente vacío, solo decorado con una alfombra y una silla que centran la acción al lograr que los intérpretes equilibren la escena, sobre todo cuando alguno de ellos emplea la silla que lo ubica como eje de la acción en ese momento, lo demás queda a la imaginación del público, reforzado por el decorado verbal perteneciente a las convenciones teatrales de la época de la obra.
El sostén del montaje está en el desempeño actoral. Carolina Leandro compone su Rosalinda con gran franqueza en el decir del texto y en la actitud que asume como mujer vestida de hombre, logrando divertidos momentos. Claudia Nieto como la prima Celia secunda la sinceridad de Rosalinda y con el nivel que requiere el personaje como apoyo de la protagonista. El Orlando de Jesús Vieira es un correcto desempeño por parte del actor, así como Trino Rojas diferencia sus dos duques entre la soberbia y la despreocupación de cada uno. Jacobo, un personaje melancólico e hilarante al mismo tiempo, es interpretado con certeza por Nelson Lehmann que logra un sublime momento en su soliloquio de las edades del hombre. Mayte Parias y Raúl Hernández cumplen a cabalidad con sus personajes, al igual que Hans Velásquez efectúa con pertinencia el rol que permite resolver el conflicto de los enamorados y Valentina Castellanos le da fuerza y sentido a su malhablado personaje Audrey. Completan el elenco, John David Peña como el bufón Yesca con un sugestivo trabajo corporal que manifiesta la expresividad del personaje y Eduis Guerra, un paje que canta y toca la guitarra con eficacia para acompañar el desarrollo de la trama.
Forman parte del espectáculo, un vestuario con aires de época que trata de reflejar con su colorido los momentos de comedia en que están inmersos los personajes, además de una música de la que destaca las canciones en vivo con el excepcional arreglo de Manuelita Zelwer. Para finalizar, es importante que los actores mantengan la energía que debe tener la representación para que la pieza sea en todo momento del gusto del público.
Función: 25 de Octubre de 2007

Colón, lírico y venezolano

En la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño se presentó el sexto montaje de la ópera Los Martirios de Colón, basado en el texto de Aquiles Nazoa y con música de Federico Ruiz. Esta producción de la Fundación Teresa Carreño contó con la Dirección de escena de Franklin Tovar y la correcta Dirección musical del Maestro Angelo Pagliuca, al frente de la Orquesta Sinfónica Venezuela. El argumento recrea la historia de lo que Colón tuvo que pasar para conseguir el financiamiento de su aventura y posterior llegada a lo que se llamaría América. Ruiz creó toda una orquestación para el hilarante texto teatral de Nazoa, logrando una ópera muy venezolana, no solo por la letra que se canta sino también porque la música parece adecuar el estilo operático a la naturaleza de nuestro país y del Caribe, debido a que por momentos el canto se acompaña con ritmos propios de la música esta región.
La dirección de escena logró un gran trabajo en la composición de los personajes por parte de los cantantes-intérpretes, además que equilibra hábilmente el espacio escénico por el que se desplazan hasta 80 personas al mismo tiempo y produce momentos de mucha diversión para el público con ocurrencias dentro de la historia, como la entrada de un criado en bicicleta, el rey jugando dominó y bebiendo, o la llegada de la narradora en un avión.
En el desempeño de canto y actuación, los tres intérpretes principales resaltan en ambos aspectos. Gaspar Colón Moleiro representa a Colón con veracidad (parece una casualidad su apellido), logrando darle sentido a la comicidad que contiene esta versión y con momentos muy emocionantes, como el aria “Que desgracia la mía” donde conmueve al público con su capacidad vocal. Mariana Ortiz como la Reina Isabel convence por la gestualidad e intención que le dio a su interpretación. Melba González disfruta su personaje de Narradora, demostrando con su cuerpo y voz la actitud de éste. Del resto de los intérpretes destaca Blas Hernandez, especialmente por su divertido y característico personaje de Esbirro, los cuatro sabios que cumplen su misión de martirizar a Colón y dentro de los personajes que no cantan es necesario señalar el impecable trabajo corporal de Roy Lorenzo y de Sophia Rodríguez, junto a la amena presencia de Israel Moreno como el Rey, que atrae las miradas del público.
Completan el espectáculo, una impresionante escenografía de Francisco Caraballo que recrea el palacio de los reyes y de la que sobresale la carabela Santa María que sorprende al público en su entrada a escena; además del vestuario acorde a la finalidad de los personajes, concepto del mismo Caraballo y María Fernanda Sanz.Para finalizar, parece injustificada la frase indígena que concluye la obra, ya que es de una tribu venezolana y no del lugar al que llegó Colón por primera vez, aunque se entiende el propósito de hacer que aparezcan indígenas dentro del público, símbolo de nuestros antepasados y del sentido de valorar una parte de la historia de lo que sucedió después. Con firmeza, la música de Ruiz se apoya en la sátira de Nazoa, como se ve cuando Colón canta en su entrada a escena: “Tengo una gran carabela, no es una barca de vela: está bien calafeteada y la lleva timoneada Colón, Colón. ¡Colón, Colón!”
Función: 20 de Octubre de 2007

Del cielo al infierno, de los recuerdos al olvido

Cielo e infierno: El Teatro San Martín de Caracas continúa con su ciclo “Escrito aquí”, dedicado al montaje de piezas de dramaturgos nacionales. En esta oportunidad presentan De miracielos a hospital, escrita y dirigida por Lupe Gehrenbeck. Dos mujeres que se encuentran en una especie de limbo o purgatorio, lo que hace suponer que están muertas, pasan el tiempo representando personajes y reviviendo recuerdos, mientras esperan ser destinadas a otro lugar. La dramaturgia centra su atención en lo femenino como tema y en suponer qué sucede después de la muerte, pero no concluye cabalmente lo que propone, ni se logra con la dirección. Un serie de escenas de teatro dentro del teatro parecen aisladas del diálogo entre las dos protagonistas, acompañadas de ciertas reflexiones que tampoco aportan nada al pretendido conflicto de no saber dónde y por qué están ahí, mientras se avanza en una serie de situaciones que nunca se resuelven, dejando cabos sueltos al espectador y concluyendo con un final simple. Verónica Arellano e Indira Leal tratan de darle fuerza a sus interpretaciones, en especial la primera, pero se pierden por lo referido dramatúrgicamente, logrando momentos interesantes cuando representan otros personajes dentro de la pieza, aunque deben cuidar la precisión del texto debido a que hubo problemas de confusión en el decir de éste durante la función. De la propuesta destaca la escenografía que invade el espacio escénico con cajas de cartón como símbolo del consumismo, junto a aparatos domésticos en un intento de reflejar la necesidad femenina de valerse de ellos.
Función: 13 de Octubre de 2007
Recuerdos y olvido: En la Sala experimental del Celarg se presenta La rosa tatuada, original de Tennesse Williams, con versión y dirección de Giovanni Reali. Un mujer madura mantiene guardadas las cenizas de su marido muerto, hasta que se entera de una supuesta infidelidad de éste y aparece un hombre que se lo recuerda, pero que podría ayudarla a olvidar. La historia toca el tema de los inmigrantes italianos en Estados Unidos, por lo que en el montaje se habla en italiano, se incluyen palabras de este idioma en el diálogo en español y los actores asumen un acento particular. Esta es una propuesta interesante, aunque debe cuidarse un poco para que el público no pierda parte del argumento, en especial en la primera escena. Como parte importante en el desarrollo de la acción, la dirección se vale de una escenografía con pretensiones realistas que permite ubicar a los personajes dentro del contexto y emociones de la trama, además de un vestuario acorde a la época. En las interpretaciones, Roberta Zanchi logra con veracidad a la protagonista Serafina, aunque debe evitar bajar el tono de voz; la fuerza de Antonio Urdaneta se contrapone al lento ritmo que adquiere la pieza en sus dos escenas; Laura Blanco y Citlalli Godoy caracterizan con habilidad sus personajes; Valeria Castillo matiza con destreza; Jesús Vieira se esfuerza tratando de sobrellevar un problema físico real y no del personaje; Grecia Augusta podría mantener la energía sin gritar para poder llegar al verdadero significado de su rol y Tibisay Martínez debe darle sentido al peso de su pequeño personaje. Una esmerada producción del Grupo Repico.
Función: 12 de Octubre de 2007